Narrador: La noche llega a su fin. El primer rayo de sol acaricia las ramas de los árboles y una suave brisa da la bienvenida al nuevo día.
Todos los allí presentes, con los antifaces puestos, sintieron que la brisa les acariciaba el rostro. Pronto se adaptaron a su ceguera momentánea. No veían cómo el escenario se iba iluminando pero lo sentían, lo imaginaban y para ellos era válido. El rostro de cada uno se iba calentando con los rayos de un sol de atrezzo que aumentaban su intensidad a medida que el día avanzaba. Una música envolvía el ambiente creando la sensación de estar inmersos en el corazón del bosque. Las hojas de los árboles se agitaban, se oía el aleteo de los pajarillos, casi podían ver las mariposas revoloteando sobre las flores que ya habían desplegado sus pétalos para saludar al nuevo día.
- Buenos días margarita.
- Buenos días mariposa. ¡Qué colores más bonitos tienes!
- Es el sol que al reflejarse en mis alas parecen de azabache y rubí.
- ¿Crees que hoy tendremos suerte?
- No sé. Quizás podías preguntarle a tus pétalos.
- A ver: sí, no, sí, no… ¡Sí!
- Pues entonces no hay nada que temer. Los pétalos han dicho que habrá suerte y nunca se equivocan.
Un olor a pino se extendió sobre la sala. Una voz ronca comenzó a hablar:
- Venga pequeñuelas que el día no es tan largo y hay muchas cosas que hacer. Tú, mariposa, tienes que polinizar muchas flores todavía. Y tú margarita tu polen está muy atrasado. Debes esforzarte para que haya más margaritas que adornen el bosque. Este año las amapolas te están ganando.
- No refunfuñes tanto señor pino. Ya vamos. Claro, como usted sólo tiene que esperar a que sus ramas alcancen el cielo…
- Eso no es cierto. También tengo que hacer crecer mis raíces para sujetar el suelo y que no se vaya con las lluvias. Y lo que es más importante, tengo que vigilar mi zona del bosque para alertar de los peligros que nos acechan y podernos defender.
- ¡Peligros, ja! – Dijo la descarada margarita.
- No seas loca margarita, en un bosque hay muchos peligros. Hay que estar siempre vigilando, si no ocurriría lo peor.
martes, 30 de diciembre de 2014
Mujeres caliente
¿Quién no ha recorrido, a su pesar, alguna vez los paseos del olvido, esos por los que nunca quiso pasear?
¿Quién, con los ojos humedecidos de nostalgia, no ha vuelto a aquellos caminos perdidos de sentimientos donde la niebla lo diluye todo, dando un aspecto fantasmagórico a un pasado revivido a través del recuerdo que se quiere fuente?
¿Quién no se ha sentado en un banco del paseo, mientras las hojas del tiempo caen marchitas de los árboles, a esperar que las mariposas de tiempos más fecundos Mujeres calientes con sus colores de amor días de vacío que no puedes ahuyentar?
¿Quién no ha sentido la brisa acariciar su rostro, haciéndole sentir vivo cuando lo único que le ata a la realidad es esa misma brisa que le recuerda que aún sigue prisionero de si mismo sin poder escapar?
¿Quién no ha sentido la necesidad de hacerse árbol en el paseo del olvido y, Mujeres calientes de sentir, dejar de sufrir, dejar de ser, abandonar?
¿Quién no ha soñado y quién no ha llorado bajo la sombra del recuerdo que atenuando la luz de la realidad, le dibujaba un futuro más anhelado, suspirando por un imposible que inexorablemente quedó atrás?
¿Quién no ha leído un poema sintiendo arder de nuevo la llama que devuelve a la vida un corazón mortecino que al latir quiere volver a caminar?
¿Quién no ha sentido un hormigueo en las manos cuando los ecos del recuerdo le acercan a una música que fue suya y ahora vaga entre las ramas del olvido sabiendo que en su memoria no dejará de susurrar?
¿Quién siendo uno no ha deseado dividirse para estallar en mil pedazos capaces de enamorar mil veces y así mil veces amar?
¿Quién, con los ojos humedecidos de nostalgia, no ha vuelto a aquellos caminos perdidos de sentimientos donde la niebla lo diluye todo, dando un aspecto fantasmagórico a un pasado revivido a través del recuerdo que se quiere fuente?
¿Quién no se ha sentado en un banco del paseo, mientras las hojas del tiempo caen marchitas de los árboles, a esperar que las mariposas de tiempos más fecundos Mujeres calientes con sus colores de amor días de vacío que no puedes ahuyentar?
¿Quién no ha sentido la brisa acariciar su rostro, haciéndole sentir vivo cuando lo único que le ata a la realidad es esa misma brisa que le recuerda que aún sigue prisionero de si mismo sin poder escapar?
¿Quién no ha sentido la necesidad de hacerse árbol en el paseo del olvido y, Mujeres calientes de sentir, dejar de sufrir, dejar de ser, abandonar?
¿Quién no ha soñado y quién no ha llorado bajo la sombra del recuerdo que atenuando la luz de la realidad, le dibujaba un futuro más anhelado, suspirando por un imposible que inexorablemente quedó atrás?
¿Quién no ha leído un poema sintiendo arder de nuevo la llama que devuelve a la vida un corazón mortecino que al latir quiere volver a caminar?
¿Quién no ha sentido un hormigueo en las manos cuando los ecos del recuerdo le acercan a una música que fue suya y ahora vaga entre las ramas del olvido sabiendo que en su memoria no dejará de susurrar?
¿Quién siendo uno no ha deseado dividirse para estallar en mil pedazos capaces de enamorar mil veces y así mil veces amar?
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