¿Quién no ha recorrido, a su pesar, alguna vez los paseos del olvido, esos por los que nunca quiso pasear?
¿Quién, con los ojos humedecidos de nostalgia, no ha vuelto a aquellos caminos perdidos de sentimientos donde la niebla lo diluye todo, dando un aspecto fantasmagórico a un pasado revivido a través del recuerdo que se quiere fuente?
¿Quién no se ha sentado en un banco del paseo, mientras las hojas del tiempo caen marchitas de los árboles, a esperar que las mariposas de tiempos más fecundos Mujeres calientes con sus colores de amor días de vacío que no puedes ahuyentar?
¿Quién no ha sentido la brisa acariciar su rostro, haciéndole sentir vivo cuando lo único que le ata a la realidad es esa misma brisa que le recuerda que aún sigue prisionero de si mismo sin poder escapar?
¿Quién no ha sentido la necesidad de hacerse árbol en el paseo del olvido y, Mujeres calientes de sentir, dejar de sufrir, dejar de ser, abandonar?
¿Quién no ha soñado y quién no ha llorado bajo la sombra del recuerdo que atenuando la luz de la realidad, le dibujaba un futuro más anhelado, suspirando por un imposible que inexorablemente quedó atrás?
¿Quién no ha leído un poema sintiendo arder de nuevo la llama que devuelve a la vida un corazón mortecino que al latir quiere volver a caminar?
¿Quién no ha sentido un hormigueo en las manos cuando los ecos del recuerdo le acercan a una música que fue suya y ahora vaga entre las ramas del olvido sabiendo que en su memoria no dejará de susurrar?
¿Quién siendo uno no ha deseado dividirse para estallar en mil pedazos capaces de enamorar mil veces y así mil veces amar?
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